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Los Relatos de Don Toño

Velando al muerto

Velando al muerto

 

 

No quiero herir los sentimientos de aquellos que ven la muerte como algo intocable, de algo de lo que no se puede hablar. Si ese es su caso mejor no lea este relato.

Voy a hablar de lo que para mí, es algo natural. Algo que es parte de la vida humana. Algo que por más que te cuides, por más que te escondas te va a encontrar. Algo tan bueno, que todo el que se muere, no vuelve a querer vivir.

Lo mejor de los muertos es que todos, toditos, eran buenos. Yo no conozco ningún muerto que haya sido malo.
-"Ay Dios mio, tan bueno que era... ¿Por qué te lo llevaste?-"

La muerte se mira con distintos ojos y sentimientos. Con honestidad dentro de nuestra cultura, por acá en los Estados Unidos, son los negros y algunos hispanos a los que más afecta. Se muere un blanco y sí , hay llantos y tristeza, pero se muere un negro o un hispano y se forma una gritería que es digna de película. Mujeres que se tiran al piso a gritar inconsolables... hay que echarles aire, pastillas para los nervios, oxígeno, un palo de ron. A la hora del entierro se quieren tirar al hoyo...

Yo me crié teniéndole miedo a los muertos. A los velorios o velatorios, los niños no iban. Cuando crecí un poco y me dejaban ir a los velorios los encontré una experiencia social y familiar increible. En los velorios conocí a familiares que nunca pensé que tenía. Me enteraba de los chismes más escandalosos de la familia y del barrio. Era la oportunidad de pasar toda la santa noche hablando, chismeando y sobre todo haciendo chistes de todos los colores. Eso sí, temprano en la noche es para llorar, hablar de lo que le pasó al muerto, rezar, orar, hablar de las cosas bonitas que nos esperan en la otra vida... pero despues de todas las formalidades del velorio, uno se encuentra con la gente que no se ha visto por años y es la oportunidad de ponernos al día. En mis tiempos se velaba al muerto las 24 horas del día, era , me imagino, velando a ver si el muerto estaba muerto de verdad. Se tomaba café o chocolate, galletas de soda y el queso apestoso de bola holandés, no podía faltar.

Hoy día los velorios no son lo mismo. Por lo menos por la banda acá, se vela al muerto en una funeraria, hay que pagar por el café y hay que irse to’ pájaro para su casa antes de medianoche, porque el muerto tiene que descansar.

En la tradición americana, al muerto lo ponen en una nevera y dos días después de la muerte hacen el "viewing" o el velatorio por par de horas. Despues del entierro los mas allegados y los colados traen comida y se hace un banquete en honor al fallecido.

En nuestra tradición, la popularidad del muerto se mide por la cantidad de flores y coronas de muerto que se reciban.

Esto me recuerda a un oriental que ponía comida sobre la tumba del familiar fallecido. Un boricua que vio ésto se mofó en voz alta: _" ¿Y para que le traes comida al muerto a la tumba si él no va a salir a comérsela?- A lo que el oriental contestó: -"¿Y tú porque le traes flores al tuyo, si él no va a salir a olerlas?"-

Me gusta la idea de los gringos, se hace una colecta y se le entrega en efectivo lo que se recolectó a la familia. Las flores están chévere,  pero con flores no se pagarán los miles que valen los servicios de la funeraria.

Me incomoda un poco las exigencias de algunos que ponen por escrito lo que quieren cuando se mueran. Algunos hasta hacen listas de la música, los invitados, quienes hablarán, el color de la caja .

La moda ahora es que despues de toda una ceremonia pomposa, los cremen y se esparzan sus cenizas desde el cielo sobre las "Tetas de Cayey" o sobre el Rio Nilo o en la base de la Estatua de la Libertad. Y los que se fastidian no son los muertos sino los familiares vivos quienes se meterán en otra "embrolla" para cumplir el último deseo del difunto.


Otros han llegado al extremo de pedir que los velen "Parao’s" en una esquina o montado en su motora (me pregunto si eso fue exigencia del difunto o la idea de un "vivo").  La realidad es que, no es por ná ni ná, pero de ese velatorio yo me voy temprano y no digo ni un chistecito no vaya a ser que al difunto no le guste y se caiga de la’o  cuando yo llegue a presentar mis respetos y me toque a mí cargar con el muerto.

Si a mí me gustara "chavar el parto", pediría que me velaran sentado en la "basineta" del baño con periódico en mano o en mi butaca preferida con el remoto del televisor al lado.

Fuera de broma,  desde aquí hago constar que mis sobrevivientes no tienen que preocuparse en cumplir con exigencias de mi parte. Que hagan lo que quieran con mis restos, que inviten a los que ellos quieran. Que miren su presupuesto y no gasten de más para que no se embrollen. Despues de todo, yo les prometo que no le voy a "jalar las patas " a nadie y que si es verdad la cosa de los espíritus yo estaré por ahí dando vueltas velando por hacer el bien que no he podido hacer en la tierra...

2 comentarios

Judith Roman Nieves -

Felicitaciones por el artículo. Su estilo es muy conocido por mí. LOL. DLB.

Fatima Seda -

Todavía temprano en el siglo XX se le ponía al muerto hielo por debajo, y se le ponía sal y limón en el vientre, para que no se descompusiera. También se le honraba musicalmente, si eso es honrar. Por ejemplo, creo que es de Rafael Hernández la canción: "tanta vanidad, tanta hipocresía, si tu cuerpo, después de muerto, pertenece a la tumba fria,,," También se cantaba "Boda Negra", aquella canción que comienza: "Esta es la historia que contóme un día el viejo enterrador de la comarca..." Según me cuentan, está basada en una historia real, la del prócer Ramón Emeterio Betances, que sepultó a su gran amor, María del Carmen Henry, en el Cementerio Municipal Viejo de Mayagüez, y visitaba el féretro traido de Francia todos los días, hasta que se descompuso. Había aún otra canción, sobre una agonizante, que mi padre, Oscar Seda, nos cantaba: "Madre, qué linda noche, cuántas estrellas, llévame a la ventana, que quiero verlas..." Los versos terminaban con la muerte de la joven y los aullidos del perro bajo la cama de la difunta. Tremendas canciones para arrullar a un niño.