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Los Relatos de Don Toño

El celibato, Padre Alberto y yo

El celibato, Padre Alberto y yo

Coño, se esparció como pólvora. La noticia fue más rápida que la peste. Cogieron al Padre Alberto en la playa lo más acaramelado con una preciosa mujer. Dicen las malas lenguas que una revista pagó una barbaridad por las fotos que pasarían a ser la prueba que destruiría la figura del religioso.

Y no tardó mucho tiempo para que el Padre Alberto acorralado por la difundida noticia y por la evidentes pruebas, dijera abiertamente que era cierto y pedía perdón por si sus acciones ofendían o herían a alguien.

El Padre Alberto le cae bien a todo el mundo. Católicos o no. Su elocuencia y su sentido, sus modales y su figura le hacían el modelo del cura moderno. Con su vista en el cielo pero con los pies en la tierra. Era eso precisamente lo que llamaba la atención de todos, jóvenes o viejos. Eran esas cualidades las que traían de vuelta a muchos a la iglesia.

Pero es un cura católico y entre sus votos está la castidad. El llamado celibato, que hasta donde yo sé quiere decir que eres soltero y no convives sexualmente con ningún otro ser humano. Eso es lo que yo entiendo. Corríjame alguien si estoy equivocado.

Entiendo que despues de enviudar un hombre que metió mano por años, con hijos y nietos puede ser sacerdote. Porque es desde que hace sus votos lo que cuenta. Entiendo que hay sectores de la Iglesia católica en que le permiten a los sacerdotes ser casados.

Bien, pero por esta parte del mundo y dentro de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana que usted y yo conocemos (hasta nuevo aviso) le es prohibido a los sacerdotes casarse y/o sostener relaciones sexuales. Punto. Más claro no canta el gallo.  Si yo quiero ser cura, yo reconozco de antemano lo que puedo o no puedo hacer.

Está demás que personajes populares de la televisión, como lo es Jaime Bayly, diga que el Padre Alberto no ha hecho nada malo. ¡Carajo, claro que hizo algo malo! Si él mismo lo admite al pedir perdón. Que Jaime lo haga, que lo haga yo, no es malo porque nosotros no somos curas. Cuando el Padre Alberto se para en un altar, frente a una cámara de televisión o un micrófono de Radio, me habla el sacerdote que hizo un acuerdo con el de arriba de seguir las normas, directrices y mandatos que acarrea su apostolado.

Que el tipo ha hecho tremendo trabajo no lo excusa para ser tratado diferente a los otros curas. Por el momento esas son las normas y yo como católico espero encontrar en un sacerdote.

En mi interior, claro que simpatizo con el Padre Alberto. Todos los años montones de curas cuelgan los hábitos porque entendieron que no podían cumplir con las exigencias de ser curas. Fueron valientes y antes de llegar a provocar un escándalo como éste, que tanto daño le hace a la Iglesia, abrieron su boca y dijeron hasta aquí llegué.

Si usted me pide mi opinión yo le diría al Papa que es hora ya de mirar el celibato como una opción y no una obligación. El cura que se quiera casar o el casado que quiera ser cura, tendría cabida en la Iglesia. El que se quiera quedar puro y casto, esa sería su opción.

Ahora bien los curas casados y con familia no podrían ser párrocos, ni vivir en las casas parroquiales. Pueden hacer tantos y tantos trabajos y tanto y tanto bien aun cuando no sean párrocos.

No puedo ver con claridad a un sacerdote casado, con la responsabilidad de una familia y de una comunidad entera. A mi entender sería demasiada carga. Imagínese usted si la mujer del cura es celosa y la coge con alguna de las parroquianas.

Seguiremos informando...

 

 

 

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